redactorjosé lópez



domingo, 11 de abril de 2010

"El Gringo" Forlín

Este reconocimiento lo debía y le di muchas vueltas en el "bobo", tiempo sobre todo, para que cuando saliera exprese lo que verdaderamente siento.
No me fue fácil y lo que digo va saliendo en crudo porque tiene mucho de afecto, de cercanía familiar, de años hermosos y circunstancias especiales que nos marcaron sin ninguna duda.


Gabriel es un basquetbolista que ya está dando sus últimos saltos en el parqué, como me dijo hace unos días. El tiempo ha transcurrido aunque no se le note en su físico de dos metros con que todavía se hace sentir bajo los tableros en su puesto de pivot, aguantando a los "roperos" de su talla. Un día, hace unos cuantos años, escuché en uno de los clubes de mi ciudad que estaban armando un equipo para intentar escalar en las batallas liguistas. Sin ser parte me acerqué al técnico que estaba a cargo y a vuelo de pájaro dije: "tengo un sobrino alto que juega en Reconquista". Esta es una ciudad del norte santafecino de mi Argentina. La respuesta fue instantánea para que lo llamara a probarse. A los dos días apareció Gabriel con su padre que es camionero y aprovechando un viaje lo acercó a Esperanza. Hacía calor y el "Gringo" había llegado con lo puesto, pantaloncitos deportivos, musculosa y tal vez zapatillas para la prueba, pero el clima sufrió un cambio inesperado y hubo que conseguirle ropa adecuada para la baja temperatura. El DT "Fito" Massi, grandote como Gabriel, le facilitó las prendas, porque debió quedarse unos días en que ya le confirmaron sería parte del equipo. Desde entonces no ha parado de jugar y ha pasado por infinidad de clubes de todas las categorías dando lo que sabe hacer, entregarse entero por la camiseta que calza. Esta fotografía lo muestra en toda su hombría, largando su emoción en un triunfo reciente donde su equipo clasificó a cuartos de final para dirimir por un ascenso a la categoría siguiente, la "B" del tercer escalón Nacional. Hace poco tiempo me dijo que ya le pesa su vida de transhumante con la mochila al hombro, lejos de su casa, de su mujer y su pequeño Genaro. Pero agregó que también le cuesta pensar que ya no habrá más vestuarios, ni entrenamientos, ni previas y esos partidos a todo coraje donde parece dejarse la vida. Lo recuerdo niño y tenerlo en brazos allá en Las Toscas, cerca del Chaco, en lo del abuelo Ricardo Forlín. Cuando fue un poco mayor y en otras vacaciones en la tierra de la caña de azúcar, improvisamos un aro que colgamos en la rama baja de un árbol y jugamos con una pelota cualquiera. Ese mismo árbol ha crecido tanto que aquella rama es inalcansable y mi sobrino aún mantiene su vigencia para seguir viviendo del básquet y han pasado casi veinte años. Anteriormente había probado como arquero en un club de fútbol siendo compañero de Gabriel Batistuta, por si alguien conoce al gran goleador que en su inicio un "sabio" dirigente despreció porque era gordito. Es válido este redondeo ya que así sucedió, y llegue este abrazo al gladiador que no se rinde, el Gabriel Forlín que será recordado por su honradez personal y deportiva más allá de sus logros. Como siempre digo y que además es la razón de este sitio; ser una estrella rutilante o ganar campeonatos no es el valor primordial de una trayectoria, sino haber ofrecido hasta la última gota de sudor sin mezquinar sacrificio, para que al final de un ciclo que un día llegará, te miren de frente y digan, "viejo, sos un flor de tipo". (José López)

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