redactorjosé lópez



martes, 13 de abril de 2010

Pobre pibe

Esto que te cuento no es una historia inventada, ni es sacada de una villa congestionada de tristeza. Sucedió en una ciudad respetable, si las hay, y muestra otro tipo de miseria, que lamentablemente tiene que ver con las cosas del deporte que aquí nos reúnen de buena gana.


"Ponete en situación hermano, entra a la cancha conmigo, no al campo de juego, sino del lado de mirar, para lo que quedamos los patadura, y bueno, por ahí viene el tema. No creas que es para que te pongas mal che, es apenas para reflexionar con vos, que te gusta el “fulbo” desde siempre. Yo sé que hay que ganar y esas cosas, la competitividad es eso pero, con los chicos no, pará un poco, escuchame dos segundos, ¿me copiás?

Jugaban los pibitos de octava, en pleno desarrollo de sus conocimientos, imagino que van para aprender pero, fijate la extrema idiotez que a veces se mueve detrás de la escena. Ubicá en tu “zabiola” la tribuna cargadita con padres, seguramente algunos abuelos y demás lazos consanguíneos posibles, qué se yo. Después los purretes con sus camisetas florecidas de orgullo, vaya a saber con qué fantasías en su cabecita. Pelota, árbitro, todo en orden, comienza el encuentro y el show que se desató en un momento equis, fue un desatino, un tiro al corazón de cualquier ser pensante. Por la torpeza propia de los bajitos a esa edad, que nadie podría juzgar mala intención, sucedió una patada que derribó a su adversario y esto desató una ola de puteadas desde personas mayores que no contemplaron que allí jugaban niños, recién en el inicio de su inserción deportiva. ¡Hijo de p…! mal p…..”, ¡negro de m…! todo un repertorio que no merece calificativos sino el más firme repudio.

Ese día me fui del estadio con un dolor en el alma, era un club de mi pueblo, entre aquellos que vociferaban había distintos exponentes sociales que no quiero recordar por temor a una ofensa. Saqué el rollo de mi cámara y lo abrí velándolo, para que las fotos que había registrado esa tarde no me recordaran aquél episodio como tantos que suceden en todas partes.

Pensé un poco en el afán desmedido de muchos que secretamente desean tener un “Diego”, un Messi, un “Agüero”, un “Ñiño Torres” en la familia, no por sus rasgos personales, sino por la fama y el dinero.
Suelo enfocar estos entuertos desde una óptica exageradamente fatalista, lo asumo, no me da para más, si hasta veo a los viejos, que no son todos, manipulando a los chiquitos como si fueran muñecos de metegol.
Seguro que hay gente desencantada con su “status” social, con sus trabajos y malarias conexas, y de ahí como en una lotería, apuesta donde supone puede encontrar la salvación económica, utilizando a su hijo como un posible billete ganador. Quisiera saber, y termino, qué ha sido de tantos sueños que no fueron, y si a los mismos niños los siguieron abrazando “con aquél cariño del encantamiento”, cuando chocaron con la desilusión que consideran un fracaso.
Me entendés che, por qué le digo pobre pibe..."(Por José López)

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